«Sí, los diarios estaban en lo cierto: nevaba en toda Irlanda. Caía nieve en cada parte de la oscura planicie central y en las colinas calvas, caía suave sobre el médano de Allen y, más al oeste, sobre las sombrías y sediciosas aguas del Shannon. Así caía en todo el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey. Reposaba, espesa, al azar, sobre una cruz corva y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y las espinas yermas. Su alma caía lenta en el duermevela al oír nevar suavemente sobre el universo y, como el descenso de su último ocaso, oyó caer la nieve sobre todos los vivos y sobre los muertos».
Líneas finales de Los muertos, relato central de Dublineses de James Joyce.
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