Primo Levi, Bellow, Amis, Camon y Carrión

11 Abr

El 11 de abril de 1987 Primo Levi se precipitó por el hueco de la escalera del edificio del Corso de Re Umberto de Turín, donde vivió casi toda su vida. Para los más cercanos, que dieron por buena la teoría del suicidio, este fue un hecho inesperado que provenía de un superviviente del Holocausto. Muchos otros pusieron en duda que Levi se arrojara al vacío motu proprio, como el escritor Ferdinando Camon que le trató mucho y siempre creyó que aquella desgracia fue un terrible accidente, así lo defiende en su libro-entrevista.

Martin Amis escribe en Desde dentro que estando con Saul Bellow, este le dijo que estaba tratando de ver el suicido de Levi como «un acto de desafío. Una manera de decir: Mi vida es mía para quitármela o no. Mía solo mía». Bellow también dijo que el turinés «nunca malgastó una sola palabra».

Algunos han escrito que momentos antes de su muerte, Levi había hecho la lista de la compra, otros que había dibujado un árbol de navidad en la pantalla del ordenador. Después de haber pasado por Auschwitz, cualquier suicidio (mors voluntaria) podría considerarse como un crimen nazi. Y un accidente, por terrible que sea, puede ocurrirle a cualquiera.

La foto superior es del escritor Jorge Carrión que estuvo en la casa de Levi y después escribió: «Subo las escaleras muy rápidamente, no quiero pasar aquí más que unos segundos, los necesarios para ver su última mirada y para hacer esta foto de su vértigo último». Accidente o suicidio, Primo Levi dejó un legado moral difícil de ignorar.

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