Las fotografías de esta entrada fueron tomadas en la Escuela Bauhaus de Weimar y en el dibujo de arriba, de Herbert Bayer, puede verse el proyecto de los tres murales fotografiados abajo. Los dos siguientes son de Oskar Schlemmer, bastante reconocibles, y el último fue el que diseñó Joost Schmidt, a modo de bajorrelieve. Actualmente todos se encuentran en buen estado de conservación en el mismo complejo de edificios diseñados por Van de Velde. Ellos son una demostración más de cómo la Bauhaus aplicó el arte más vanguardista a la vida cotidiana, en este caso con intenciones decorativas en un lugar dedicado a la docencia.
La cama de Goethe en su casa de Weimar. Dicen que sentado en ese sillón murió pidiendo: «Más luz, más luz».
«Las reliquias segregan un aroma de frustración, de servidumbre y sobre todo de ausencia, pues son el signo visible de lo que ya no está. […] Nada más angustioso que ver el sillón de Voltaire, la tabaquera de Bach o el pincel de Leonardo. Solo la presencia y el uso de sus dueños dota a los objetos de significación». Julio Ramón Ribeyro.
El comienzo de la Escuela Bauhaus podría definirse como caótico. A Walter Gropius le fue muy difícil encauzar un sistema educativo novedoso porque, además de la presión política y administrativa, tanto profesores como estudiantes iban por caminos diferentes. Y esto incluye al profesor Johannes Ittem que se convirtió en uno de los personajes más influyentes de la escuela.
Este edificio de Dessau (Alemania) fue inaugurado el 15 de mayo de 1929 siendo alcalde Fritz Hessel, el mismo que trajo hasta aquí la Escuela Bauhaus desde Weimar y el mismo del que ya hemos hablado en alguna ocasión en este blog. Para su construcción convocó un concurso que ganó Walter Gropius. Y desde que abrió sus puertas sigue cumpliendo la misma función social para la que se proyectó.
Anna Amalia de Brunswick-Wolfenbüttel (1739-1807). El libro y el piano son símbolos de su obsesiva dedicación a la lectura y la música.
Nacida y criada en una familia aristocrática de rancia estirpe, Anna Amalia tuvo la suerte de que su padre fuera un déspota ilustrado y diera la misma educación a sus hijos varones que a sus hijas. Pero eso no la salvó de ser obligada a casarse con dieciséis años para dar descendencia al Duque Ernesto Augusto II de Sajonia. Tras las nupcias en Brunswick se fue a vivir al castillo que tenía su marido en Weimar.
Monumento a Goethe y Schiller en la plaza del Teatro Nacional Alemán.
A Weimar acudieron artistas, pensadores y todo tipo de creadores en distintas épocas. Parece que la ciudad provocaba cierta atracción a la que pocos podían sustraerse, ya fueran alemanes o de fuera del país. He aquí algunas fotos que certifican la estancia de solo algunos personajes que en algún momento de su vida decidieron vivir aquí.
“No pudiendo hablar siempre de la muerte, todos nuestros discursos son triviales”. Nicolás Gómez Davila.
Luis Ordóñez 
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