Mi vida y yo (Querido diario)

16 Mar

En psicología a hablar solo se le designa como «habla privada» o «autodirigida». Es conocido el verso de Machado que venía a decir que si hablábamos solos es porque esperamos hablarle a Dios un día. Sin tantas pretensiones ni largas esperas, cabría pensar que hablamos solos porque con alguien habrá que hacerlo y no hay nadie más a mano.

A veces en la escritura de diarios privados se trasluce el monólogo interior, ese insistente fluir de la conciencia del que no podemos desprendernos y que tan buenos resultados ha dado en la novela del siglo XX. Pensamientos, ideas, recuerdos… llegan a ocupar sus páginas, en otras ocasiones lo escrito puede ceñirse a la simple recensión de los hechos importantes o irrelevantes de la jornada. Muchos de estos diarios, sumamente íntimos, acaban siendo publicados tras la muerte de quien los escribe y la mayoría de las veces son un regalo para los lectores que se zambullen en la intimidad del autor.

Mallarmé dijo que todo existe para acabar en un libro y Roland Barthes escribió que «es profundamente injusto que un hombre pueda nacer y morir sin que se haya hablado de él». Si con el paso del tiempo se acaba imponiendo esa injusticia en el laberinto de nuestras vidas, para eso están los diarios, para resarcirnos de ella.

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