Es posible pensar que la arquitectura se presta más a la utopía que las otras artes pues, como podría haber dicho Gertrude Stein, un cuadro es un cuadro, es un cuadro… Sin embargo un proyecto arquitectónico no es un edificio, no es un edificio, no es un edificio… sino un mero proyecto que, vete tú a saber, se construirá, o no, y de qué manera.
Con el aparentemente combativo título de este post, el gijonés Dionisio González presenta una serie de fotografías de gran tamaño, intervenidas digitalmente sobre arquitecturas utópicas en la galería marbellí Yusto/Giner. Propuestas de edificios inexistentes para lugares que ya existen. Cemento imaginado sobre paisajes reales.
Algunas de estas imágenes recuerdan, o se asimilan, a los disparatados y desproporcionados edificios públicos construidos por el Soviet Supremo. Monstruos de cemento que Taschen publicó extensamente en un memorable libro titulado Cosmic Comunnist Construccion. En esta edición se reproducen las fotografías que Frédéric Chaubin hizo a esas moles reales, las cuales presagian el hundimiento del comunismo como una traca final de la grandilocuencia constructiva soviética. Grandilocuencia y megalomanía que también se palpan en los edificios de las entidades financieras internacionales y en las imágenes del propio González .
Hay otra serie fotográfica en la exposición que propone viviendas encaramadas en árboles o sujetas por las raíces de los manglares, que nos hacen imaginar una simbiosis entre entorno natural y artificio constructor. Parece que la naturaleza asume lo artificial y se deja asediar por estas estrambóticas y utópicas construcciones que, seguramente, alguien se construiría. Hay gente para todo.
¿Contra quién o qué resisten estas edificaciones? Contra el tiempo y los cambios meteorológicos, contra la idea de construir y reconstruir siempre que una catástrofe natural se lleve por delante las viviendas costeras. En la propia galería cuentan que algunas personas han contactado con el artista para saber dónde se encuentran estos edificios, pues han creído en más de una ocasión que son reales. En el caso de que existiesen, habría que ir a verlos por la irresistible atracción que ejerce el puro disparate.
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