Vivant Denon, el caballero del Louvre

18 Feb

20140123_222557Si cuando hablamos de Eduard Limónov reconocimos en él una vida aventurera, siempre al límite -“una vida de mierda” como dijo de sí mismo a su biógrafo Carrère-, en el caso del caballero Vivant Denon todo se agudiza, salvo que jamás vivió en la miseria, ni intelectual ni económica, sino todo lo contrario: siempre al lado del poder. Un tema que ha fascinado al inefable Philippe Sollers, autor de esta biografía tan novelada.

Burgués culto y sensible, Denon se las ingenió desde muy joven para escalar en la estructura piramidal de la cerrada sociedad francesa del XVIII y XIX hasta convertirse en Gentilhombre Ordinario del Rey. De esta manera, enriqueció sus conocimientos a través de su extremada pasión por las artes y las inagotables ansias de erudición. Vivant Denon, el caballero del Louvre fue escrito por Philippe Sollers en 1995 con un estilo tan rematadamente afrancesado, tan solleriano, que sería imposible encontrar un símil en la literatura española. Lo escribió, digo, con la intención de rehabilitar la figura de Denon y demostrar que sin él habría sido imposible la existencia del Louvre, uno de los museos más icónicos del mundo fundado con el beneplácito de Napoleón. 

Pintor, grabador, escritor, espía, diplomático, investigador, viajero contumaz, descubridor, masón, pornógrafo, amante secreto de incontables mujeres… y naturalmente: expoliador. En uno de los muchos interrogatorios a los que fue sometido por la Inquisición, cuando fue preguntado si estaba casado, Denon respondió: “No, no me he casado nunca, y vivo contento con mi libertad”.

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Ruinas del templo de Hermópolis por Vivant Denon, grabado
realizado cuando acompañó a Napoleón en la conquista de Egipto.

Trató a los más importantes personajes de su época: Catalina de Rusia, Voltaire, Chateaubriand, Robespierre, María Antonieta, Diderot, Madame Pompadour, Ingres, Napoleón, Josefina, Hölderlin, Talleyrand, Jacques-Louis David, Stendhal, Haydn… Dice Sollers que da la sensación de que nuestro héroe vivió 150 años. Es verdad, pero no fue así. Murió con setenta y ocho pero coexistió con Luis XV, Luis XVI, la Revolución, el Terror, el Directorio, el Consulado, el Imperio y la Restauración. En este agitado proceso histórico, Denon se movió siempre al filo de la navaja.

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Denon trabajando en los sótanos del Louvre.
Grabado de Benjamin Zix.

La lectura de este libro, y a pesar de él, nos acerca a la deplorable idea del expolio y sus consecuencias. De qué manera la Francia de entonces consideraba que el resto de las naciones no sabía valorar sus posesiones artísticas y, de manera violenta, se erigió en depositaria natural del arte del mundo. Esta institucionalización del robo transfronterizo, capitaneado por Denon, aumentó el catálogo del Louvre desorbitadamente, sirviendo de ejemplo a otros países que no dudaron en cercenar el patrimonio del vecindario en pro de sus propios museos nacionales. Como ejemplos insidiosos, además del museo francés, hay que señalar las esculturas del Partenón que se encuentran en el British Museum, el Altar de Pérgamo en Berlín y un largo etcétera en las colecciones norteamericanas.

Con Denon ocurre, como es común con los personajes de enjundia, que fue amado y odiado a partes iguales. Unos lo califican de hombre singular, amante de las civilizaciones desparecidas, óptimo gestor de la cultura con un inigualable ojo para el arte. Otros lo acusan de simple trepa, expoliador y saqueador exquisito. El propio Sollers, que en ningún momento deja de estar presente en la narración, dice en las últimas páginas: “Ser envidiado y odiado hasta la tumba, cuando no se ha cometido ningún crimen, es de todos modos una señal excelente”. Perdona, Sollers, el robo es un crimen ahora perseguido.

Aunque, Fernando Savater ha dicho: “leer a Sollers se ha convertido en algo mal visto”, aprendamos de él con este Caballero del Louvre en la traducción de Mauro Armiño y el certero prólogo de Blas Matamoro. Pero no hay que olvidar, en ningún momento, que en los sustancial este libro es un perfecto artefacto de propaganda y blanqueamiento del voraz expolio que ejerció Francia sobre los países que colonizó bajo la férula de Napoleón.

2 respuestas to “Vivant Denon, el caballero del Louvre”

  1. Zero Kóvacs febrero 19, 2014 a 11:00 am #

    A diferencia de Limónov, cuya honradez es insensata y brutal, fiel a su ego, Vivant Denon cruza todas las fronteras físicas e ideológicas, no se sabe nunca de parte de quién está, sobrevive elegantemente a todo, siempre cae de pie. Y desde la perspectiva europea (más bien francesa) es un héroe, un benefactor cultural. Un éxito de las buenas maneras. La persona que hubo antes de que existiese una estatua de bronce en la que cagan las palomas.

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    • luisoj febrero 19, 2014 a 11:15 am #

      Denon siempre estuvo de pie tal vez porque nació de pie. No es el caso del camarada Limónov que siempre estuvo, a su pesar, castigado contra la pared.

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