Estampita 2013

La crisis económica afecta a las ferias de arte. En el caso de Estampa, que celebra este año su 21 edición, se aprecia aún más. Esta vez vuelve a ocupar una las naves del Matadero de Madrid, por lo que estamos ante la feria más importante de arte seriado de España en crítica fase menguante, después de celebrarse ininterrumpidamente desde 1993. No contabilicé los stands de las galerías pero, si te lo propones, en una hora y media lo has visto todo. Todo lo que merece la pena ser visto. El recorrido comenzó en Ivory Press con sus ediciones de libros de artista y grabados, allí encontré a la cubana Glenda León que había preparado unas porciones de libros, a modo de trozos de tartas, editados por la propia galería/editorial. Una intervención que muestra la rampante banalidad en la que está sumergido el arte de nuestros días.

Más adelante, no recuerdo el nombre de la galería, me fijé en la obra de una joven artista rondeña, Elisa Terroba. Como soporte de sus ideas sólo utiliza libros, los cuales interviene descomponiéndolos, horadándolos, cortándolos… hasta conseguir los resultados que se ven en las imágenes de abajo. Creo que estaré atento a las sucesivas entregas de Terroba.

Libro ¿al ácido? de Elisa Terroba.

A vueltas con Magritte, esta vez troquelado por Terroba.

Otro Terroba. (Pero, ¿quién se ha comido mi libro?)

Los clásicos están representados en Estampa, son valores seguros. Esas obras ya no necesitan ser defendidas por nadie y sus precios dependen del PIB y el IPC de los países en los que se encuentran. Ocurre especialmente con los artistas desaparecidos, sus obras pertenecen a los comerciantes y cambian de lugar conforme dictan las leyes del mercado y el deseo de los coleccionistas. Pero al verlas, no podemos no recordar a esos creadores que tanto influyen aun en el arte de nuestros días y que forman parte de nuestro universo fragmentado.

Un Warhol/Botticelli.

Un poema visual de Brossa.

Grabado de Keith Haring, un poco feo.

Entre los clásicos desaparecidos, representados en Estampa, destaca José Guerrero. A veces, mirando sus grabados da la sensación de que fueron hechos ayer mismo. La fuerza plástica que desprenden rompe con cualquier medida del tiempo. Y estéticamente, están muy por encima de casi todo lo que se puede ver en Estampa.

La editorial de La Fábrica muestra en su stand las publicaciones sobre arte internacional y nacional, incluso catalán, si es que puede hablarse de arte con fronteras. Ya Enrique Vila-Matas decía que la literatura no pertenece a ningún país, no hay una literatura albano-kosovar, ni turca, ni inglesa… sino que sólo hay literatura escrita por personas que nacieron en determinados lugares. Exactamente lo mismo ocurre con el arte.

Entre los personajes que deambulaban por la feria, me encontré con el inefable Antonio Pérez que aun se encuentra en plena forma. En el stand de su fundación había un ambiente excepcional, ambiente que él mismo se encarga de animar. Antonio Pérez creó su fundación en Cuenca en 1997, tras la estela dejada por decenas de artistas que, desde los sesenta, han peregrinado hasta allí atraídos por el atractivo de la ciudad y el halo artístico de Fernando Zóbel -y el Museo de Arte Abstracto-, Saura, Palazuelo, Torner, Guerrero… etc. Antonio Pérez era amigo de todos ellos, su don natural para las relaciones públicas y su sensibilidad para detectar el arte hace que algunos lo consideremos artista y otros, sin embargo, coleccionista. Aunque aún no he tenido la oportunidad de ir a su fundación, siempre he recomendado su visita a aquellos que me decían que iban a Cuenca. Esta se encuentra en el antiguo Convento de las Descalzas y allí se expone arte del pasado y de artistas jóvenes a los que Antonio apoya desinteresadamente.

Antonio Pérez (el de Cuenca).